domingo, 6 de noviembre de 2011

Caprichos de Goya revisitados por Dalí


Una muestra de 33 grabados "goyescos" de una serie de 80, intervenidos por el andaluz, puede verse en Buenos Aires en la Librería Menéndez. Un "cadáver exquisito" de la plástica.

Por Nanu Zalazar

Entre 1973 y 1977, Salvador Dalí tomó la serie de grabados "Los caprichos" de Francisco Goya, conformada por 80 obras realizadas en 1799, las intervino, le realizó cambios en el color, le agregó elementos surrealistas de su propia obra como muletas, calaveras, elementos eróticos y relojes blandos, y en todos los grabados les cambió el sentido con nuevos epígrafes de la imágenes.

Treinta y tres de aquellos grabados están en Buenos Aires en una muestra que se inauguró esta semana en la céntrica Librería Menéndez. En "Los caprichos" de Goya, este artista multifacético demostró el dominio del dibujo y la pintura llevado a otra disciplina: la del grabado, que permite alcanzar una mayor difusión por la posibilidad de su reproducción.

Goya recibió influencias de Diego Velázquez y a su vez dejó una gran herencia en la pintura moderna, con un lenguaje fresco y expresivo, legado que es visible en artistas como Eduard Manet y también en sus compatriotas Pablo Picasso y Salvador Dalí.

En muchos de los trabajos de Goya, que no respondían a los decorativos y a los retratos de la realeza española, este gran artista español muestra su mirada crítica de la sociedad, los prejuicios que la alimentan, desde lo artificial y superficial de las clases acomodadas hasta la crueldad de que era capaz una institución religiosa como la Inquisición.

En los primeros 36 "caprichos" del total de 80, los temas sobre los que versa son el amor, el sexo y la prostitución, pero también se hace cuestionamientos sobre la mala educación de muchos niños y jóvenes, el dinero como un elemento que corrompe todo o el comportamiento avaro en extremo. También hay lugar para la crítica de hombres de la Iglesia y, como en otras obras por fuera de esta serie, abundan brujas, duendes y diablos. Aunque en muchos casos Goya se expresa a través de alegorías, no es difícil -mirando con atención- encontrar cuáles fueron las intenciones del artista o hacia quién estaba apuntando sus dardos.

Esta manera de caricaturizar personas y situaciones había nacido cuando, siendo joven, mixturó su sentido del humor, su agudeza casi sociológica y su talento pictórico, y con la conjunción de estos elementos realizó una notable descripción de Fuendetodos, su propio pueblo.

Goya posicionó en un altísimo nivel la pintura en España, tanto la de temática religiosa como el retrato, o la que crea bucólicas escenas de la vida cotidiana.

En 1803, el artista cedió las 80 chapas, que estaban en manos de la Real Calcográfica, para no molestar con sus imágenes a la Inquisición y evitarse problemas mayores.

Casi un siglo y medio más tarde, Dalí trabaja sobre las planchas de Goya, a las que en algunos casos les agrega su propia firma, atribuyéndose la autoría en una demostración de lo que el ego de Dalí era capaz de sentir: que él era el creador de todo lo que tocaba, como un dios en la tierra.

Es por ello que recrea o interviene la obra de Goya y la sumerge en el mundo surrealista del que, curiosamente, no estaba tan lejos. Es por ello que logra una gran armonía y Dalí vierte en las obras de Goya una carga de sus propias obsesiones.

El andaluz toma una práctica que -se dice- inventaron los surrealistas, o por lo menos fueron ellos los que le dieron cierta fama: el "cadáver exquisito". Este juego permite la creación de una obra colectiva donde nadie y todos son los autores. Los que jugaban lo hacían a través de la palabra o el dibujo: el jugador escribía o dibujaba algo, lo pasaba a otro que le agregaba algo más, se doblaba el papel y el siguiente sólo podía ver lo que había hecho el último y nada más. Lo producido quedaría revelado al final del juego.

En esta muestra se reúne el talento de dos grandes artistas españoles que, a pesar del tiempo que los separó, pueden dialogar en absoluta concierto generando una obra en la que está presente, no sólo el espíritu romántico que se desarrollaba en los tiempos de Goya, sino también el propio "surrealismo" que este artista había desarrollado con anticipación.

Esta exposición permite acercarse a la obra de Goya, a quién también la historia del arte considera un precursor de los movimientos pictóricos del siglo XX, revisitado por la mano y el genio creativo de Dalí, uno de los exponentes máximos del movimiento surrealista, quien, con esta intervención, expresa el ánimo del "cadáver exquisito" y deja entrever la admiración que sentía por Goya. Hasta el 1º de noviembre en Menéndez Libros, Paraguay 431.
Nota publicada el 10 de octubre de 2010 en www.gacetamercantil.com

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