miércoles, 14 de julio de 2010

Roger Chartier Básico

Lyon. 1945. Historiador

Es director de Estudios en la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales de Paris y del centro Alexandre Koyré. La historia del libro, la edición y la lectura son el centro de sus trabajos. Escribió: Las revoluciones de la cultura escrita; La historia o la lectura del tiempo y El mundo como representación, entre muchos otros.
Así escribe
Otra cuestión es la de las mutaciones que impone a la historia el ingreso en la era de la textualidad electrónica. El problema ya no es el que, clásicamente, vinculaba los desarrollos de la historia seria y cuantitativa con el recurso al ordenador para el procesamiento de grandes cantidades de datos, homogéneos, repetidos e informatizados. Ahora se trata de nuevas modalidades de construcción, publicación y recepción de los discursos históricos. La textualidad electrónica transforma la manera de organizar las argumentaciones, históricas o no, y los criterios que puede movilizar un lector para aceptarlas o rechazarlas. En cuanto al historiador, permite desarrollar demostraciones según una lógica que ya no es lineal o deductiva como es la que impone la inscripción, sea cual sea la técnica, de un texto en una página.

Permite una articulación abierta, fragmentada, relacional del razonamiento, hecha posible por la multiplicación de los enlaces hipertextuales. En cuanto al lector, ahora la validación o el rechazo de un argumento puede apoyarse en la consulta de textos que son el objeto mismo de estudio, a condición de que, obviamente, sean accesibles en forma digital, Si ello es así, el lector ya no está obligado a creer al autor; puede, por su parte, si tiene ganas y tiempo, rehacer total o parcialmente el recorrido de la investigación.

En el mundo de los impresos, un libro de historia supone un pacto de confianza entre el historiador y su lector. Las notas remiten a documentos que el lector, por lo general, no podrá leer. Las referencias bibliográficas mencionan libros que el lector, la mayoría de las veces, no podría encontrar más que en bibliotecas especializadas.

Las citas son fragmentos recortados por la mera voluntad del historiador, sin posibilidad, para el lector, de conocer la totalidad de los textos de donde han sido extraídos los fragmentos.

Estos tres dispositivos clásicos de la prueba de historia (la nota, la referencia, la cita) están muy modificados en el mundo de la textualidad digital a partir del momento en que el lector es colocado en la posición de leer, a su vez los libros que ha leído el historiador y consultar por sí mismo, directamente, los documentos analizados.


DE: La historia o la lectura del tiempo (GEDISA)
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