viernes, 17 de junio de 2011

La letra con sangre entra de Cristina Piffer

Se inauguró en el Malba una muestra que cruza historia y política con materiales inusuales pero expresivos. Un recorrido por la violencia a través de 200 años de vida institucional.


Cristina Piffer presenta en el Malba sus obras realizadas entre 1998 y 2011, cuya propuesta es pensar en el origen de la Argentina y de los constantes conflictos violentos que la atravesaron.

Piffer es una artista conceptual que para sus obras utiliza materiales orgánicos como grasa, carne, vísceras de animales y sangre deshidratada en polvo, dentro de placas acrílicas y exhibidas en asépticas mesadas.

"La violencia encarnada (hecha carne) en los cuerpos y en la historia constituye el tema en torno al cual la obra de Cristina Piffer hace friccionar un conjunto de estrategias poéticas y modos de intervención", explica Fernando Davis, curador de la exposición.

Para recoger de primera mano su testimonio, "Gaceta Mercantil" hizo un recorrido por la muestra con la guía de la propia artista.

¿Cómo se da el salto a la carne y a la grasa como materiales?

Soy arquitecta y tengo una formación no académica, porque no paso por las escuelas de arte y empiezo después de cumplir los 30. Estaba muy cansada de las prácticas de la arquitectura, y para salir del agobio de la arquitectura, el arte era una práctica de esparcimiento y me empezó a interesar producir arte. Fui encontrándome de a poco con algo que me era familiar, realicé cursos en la Cárcova y después continué en clínicas de obra con Alejandro Puente. Hay que pensar que el arquitecto siempre piensa en proyección, se proyecta, no es un salto al vacío, se bosqueja, a mí me interesaba la producción más industrial, más fría, después de un proceso me encontré con esos intereses y llegué a los objetos, que al principio eran muy complicados. Ahí comencé a trabajar el tema de la carne (casi por un tema generacional) representando a la violencia, que siempre estaba rondando.

Sobre una mesa se presenta una obra como baldosones de carne sobre los que están escritos los nombres que representan a los degollados ilustres del siglo XIX. La artista nos cuenta.

"Esta obra está acompañada por la carta que estaba con la cabeza de Juan José Castelli, que formaba parte de un grupo de hacendados llamados "Los Libres del Sur". Con respecto a los degollados, me sorprende que las prácticas con el mundo animal se pasaran a los humanos, son relatos muy impresionantes. En el tema de la violencia me interesaba metaforizar el presente y llevarlo a otro lugar, pero a un lugar inquietante. El lugar de los bárbaros fue alternativamente siendo ocupado por distintos sectores. Siempre uno pone al otro en el lugar del bárbaro. Pararse en el lugar de la civilización permite matar a la barbarie, es demonizar al otro. Cuando yo decidí trabajar con fechas históricas, decidí conscientemente tomar distancias históricas para hablar de hechos aberrantes".

Sobre mesadas de metal hay varias obras realizadas en grasa y sobre ellas hay textos tallados. Piffer relata que los textos "son de lectura dificultosa, lo que rescato son relatos perdidos y no casualmente perdidos, son historias no oficiales. En esta obra hablo sobre la batalla de Palo Largo, donde el ejército del general (Justo José de) Urquiza aplasta al de la provincia de Corrientes, dirigido por el gobernador (Genaro) Berón de Astrada, al que le cortan la cabeza y le quitan una lonja de piel de la espalda y con eso, en forma de trenza, se la entregan a Urquiza como trofeo. En dos días se realizaron 800 degüellos y para generar más terror en la población optaron por algo bestial: no darle sepultura a los cuerpos".

Para hablar de violencia hacés un cruce entre lo histórico y lo político.

Sí, porque están íntimamente relacionados. Por ejemplo, la obra "41 millones" trata de las hectarias ganadas en la campaña del desierto, que no estaba tan desierto. Los 41 millones de hectareas de territorio fueron para sólo 1.846 hacendados, lo que dio origen a los grandes latifundios.

En la muestra hay varias obras que incluyen partes de imágenes de billetes que circularon en Argentina en la segunda mitad del siglo XIX, las que fueron realizadas en serigrafía sobre acrílico con sangre deshidratada de vaca. Esta serie es donde está toda la imaginería, donde está el proyecto decimonónico de la Argentina.

Dentro de un acrílico hay una obra hecha con chinchulines trenzados. Frente a ella, Piffer dice: "Mi obra es estética y fría. Al principio busqué trabajar los chinchulines como crochet, pero me crucé con un trenzador que realiza una manualidad masculina como es la de trenzar sogas y rebenques".

También recoge la idea de destripar. "Leer la historia en otra clave sirve también para leer el presente en otra clave. Si nos quedamos con los relatos de los manuales no se entiende nada, también está el ruido permanente de la información. Me parecía que mi obra se alejaba del presente, pero con el conflicto del campo tomó otra dimensión, otra potencia. El arte es ese lugar más oscuro, no desde la razón crítica, en el que uno tiene que hacer otro tipo de asociaciones. Yo trabajo con imágenes sugerentes que, debajo de una belleza minimalista, me permiten hablar de otras cosas".

La exposición está abierta hasta el 20 en el Malba, Av. Figueroa Alcorta 3415

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