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martes, 10 de noviembre de 2009
Andy Warhol o la idolatría del dólar
La muestra del artista estadounidense Andy Warhol (1928-1987) en el Malba nos da la bienvenida con una serie de fotos polaroids que comienza con la de un “Tío Sam” que nos recluta con su índice. Luego le siguen algunas de las sesiones en las que a Warhol le gustaba vestirse de mujer. Este provocador consuetudinario sabía que eso era importante para ser parte del chusmerio neoyorquino, y sabía que era bueno estar dentro de la farándula.
El espacio del museo para esta exposición está dividido en diferentes secciones: en la primera se presentan serigrafías con diez clases de gustos de las famosas sopas Campbell´s con la idea de que el arte estaba en cualquier parte. Warhol le vendió a sus compatriotas (y al mundo) una lata de esas sopas por más de 10.000 dólares (Dicho sea de paso, se trataba del mismo producto que se compraba en el supermercado a un dólar). Sucede que supo desde siempre que en el arte, precio y valor van de la mano: a más precio, mayor valor artístico. Por eso era bueno comprarle las sopas a él y no en el súper. Warhol se basaba en la premisa de Marcel Duchamp: arte es arte en cuanto hay alguien que lo legitime.
En las paredes del malba hay un mini Andy que nos habla con cierto cinismo: “Quería pintar nada, buscaba algo que fuera la esencia de la nada y eso era”. En otro recinto se ve un tema recurrente en este artista, la muerte, y la fascinación del conjunto de la sociedad hacia ella. Warhol copiaba fotos de accidentes de las tapas de los diarios, con muerto incluído, basándose en el éxito que tenía la prensa amarilla. Tampoco faltan las serigrafías sobre las sillas eléctricas, donde las ejecuciones son seguidas por fanáticos capaces de pagar una entrada como si se tratara de un espectáculo. “La muerte resulta tan natural que ya no causa ningún efecto negativo”, acota Andy.
En las serigrafías de la serie “Los treces hombres más buscados”, los delincuentes son figuras mediáticas que no reciben desprecio sino que son vistos como estrellas, y la gente quiere estrellas, según Warhol. Desde un políptico (obra compuesta por muchos cuadros) puede verse una muerte emblemática, la de John F. Kennedy.
“Me parecía increíble tener un presidente como Kennedy, apuesto, joven, inteligente, pero su muerte no me afectó demasiado. Lo que me molestó era la manera en que la televisión y la radio programó todo para que el mundo sintiese tristeza”, diría un frívolo pero a la vez lúcido Warhol.
La de Marilyn Monroe, otra muerte icónica, tiene su espacio en esta muestra. Se trató de un suicidio que congeló para siempre una belleza y que, tal como en el caso de Kennedy, la muerte los fijó en su potente juventud, eternamente.
También hay una sala empapelada con vacas y sobre las paredes obras que capturan figuras simbólicas del comunismo como Mao y Lenin ¿Será realismo capitalista? En rigor, creo que se burla de ambos sistemas en plena Guerra Fría porque Warhol se mueve como pez en el agua dentro del sistema capitalista, aunque descreía de él, y por otro lado en The Factory (una especie de laboratorio social creado por el artista en el que ricos y pobres se mezclaban) se trabajaba de manera colectiva, como en una fábrica.
La imagen de un joven Marlon Brando y la proyección de un tierno buen mozo que fuma desde una filmación llamada “Mamada”, en una pantalla gigante, contrastan con una frase que desde las paredes nos dice que “el sexo es una ilusión” y que lo más excitante es “no tener relaciones sexuales”.
Alguna vez, algo falto de ideas, Warhol consultó a más de quince personas sobre qué hacer. Una de ellas le preguntó qué era lo que más le gustaba y Warhol respondió: “El dinero”, y allí comenzó a serigrafiar billetes de un dólar.
Entendía que los quince minutos de fama le reportarían montañas de billetes de verdad, no los que serigrafiaba. Este artista que era capaz de autodefinirse como un ser “profundamente superficial”, este “Mr. América”, como se tituló esta muestra, fue un artista multifacético que descreyó de todo con un cinismo refinado.
En Av. Figueroa Alcorta 3415, hasta el 22 de febrero de 2010. Entrada: $ 15 (los miércoles, $ 5). Los martes, cerrado.
Nota publicada en www.minutouno.com el martes 10 de Noviembre de 2009
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